Resulta complicado a veces entender. Entender que la vida sucede, y se sucede. Y un día, se evapora. Y hasta que no entendamos esto, no seremos capaces de exprimirla como se merece.
Somos seres racionales y, por ende, solemos escudriñar en cada aliento buscando la lógica en todo lo que nos rodea, engulléndonos a nosotros mismos en una espiral de eternas preguntas paralizadoras que, en la mayoría de los casos, no tienen respuesta alguna.
Si nos dejáramos de preguntar tanto, si viviéramos más el presente, si nos sintiéramos más agradecidos por lo que tenemos ahora y no por lo que perdimos en su día, o por lo que pudiéramos tener mañana… la vida se vería con otra luminosidad. Dejemos el “si” de lado, y vivámosla.
En realidad, la vida es hermosamente dispar, solo hay que entender sus arrebatos, su intensidad, su furia y su júbilo. Y entender que, a veces, no podemos hacer nada más que estar, sin más, y dejar que el tiempo y el destino coloquen las cosas donde deben.
Y cuando hablo de estar, hablo de aceptar, de respirar, de sentir, de vivir con ímpetu, de apreciar el mismo instante mientras la vida se acontece. Sin preguntas, sin cuestiones, estar, en el aquí y ahora, porque es lo único seguro que tenemos.
Eterno aprendizaje.
…
Por todas aquellas personas que «perdimos» en algún momento, pero sobre todo, por todas aquellas que están ahora…