Anda sin miedo aunque lo tengas

Miedo… qué palabra más temerosa, valga la redundancia. Esa sensación de pavor, de pánico, que en ocasiones, por diversas circunstancias, te invaden cuerpo y alma. Una emoción que en su estado más puro puede ser demoledor. A veces se genera por un hecho real, inminente, otras tantas (muchas) son producto de nuestra imaginación desconfiada, que nos la juega.

¿Quién no ha tenido esta sensación en algún momento? Existen miedos de todos los colores, con sus infinitos matices: miedo a la incertidumbre, a equivocarse, a perder a un ser querido (o ser peludo) o a esa persona amada… al vaivén laboral que ahora nos asedia, a esas sombras infames que acechan en la noche y nos arrebatan los sueños… miedo a no ganar y, también, a no saber perder… a que no te quieran o a no sentirse dichoso de recibir amor… a no poder abrazar o besar en libertad… pavor a la soledad, al rechazo, al cambio…. miedo a crecer… o a no crecer… a caerte y no poder levantarte… a no poder correr… miedo a ilusionarte, a soñar… a amar y a sentir con plenitud…

En definitiva, si tienes que temer a algo… solo teme al miedo…

El “temido” miedo, como cualquier otra emoción, no es malo siempre y cuando se aplique en pequeñas y controladas dosis, lo peligroso es cuando le dejamos que se convierta en un integrante constante de nuestro ser. Al final el miedo es una reacción del cuerpo que intenta protegernos, aunque a veces no sepamos de qué. En este sentido, es importante detenerse por unos instantes y clavar la bandera en nuestra cima emocional para reclamar la soberanía y el entendimiento de nuestros sentimientos. Entender el origen del miedo es vital para aceptarlo y hacerle frente, así como apoyarse en los tuyos se convierte en el mejor repelente.

Ante la presencia del miedo tenemos dos posibles reacciones antagónicas: tomar una actitud valiente para combatirlo y superarlo o bien, tomar una actitud cobarde para que nos invada y nos paralice. Así como tenemos dos ojos y dos pies, la dualidad forma parte de la vida y de nuestro ser… sólo uno mismo elige qué posición tomar.

Por ventura, somos producto de una triada de PENSAMIENTO, ACCIÓN y EMOCIÓN. ¿Qué quiere decir esto? Que somos capaces de incidir mediante la acción en lo que pensamos y por tanto, en lo que sentimos. Suena esperanzador, ¿verdad? Como dijo Frida Kahlo, “nada es absoluto. Todo cambia, todo se mueve, todo gira, todo vuela y desaparece”. Nada es absoluto… y tenemos el poder de cambiar las cosas. Recuerda que ser valiente no implica la ausencia de miedo, si no quién a pesar de sentirlo sigue adelante.

No puedo terminar esta reflexión sin hacer mención a un párrafo de uno de mis autores preferidos, Benedetti (recuerda que, Benedetti, siempre tiene razón…):

No te rindas por favor no cedas,
aunque el frío queme,
aunque el miedo muerda,
aunque el sol se ponga y se calle el viento,
aún hay fuego en tu alma,
aún hay vida en tus sueños,
porque cada día es un comienzo,
porque esta es la hora y el mejor momento,
porque no estás sola,
porque yo te quiero.

No me queda más que dar las GRACIAS a esas personitas especiales que han estado a mi lado y me han aceptado tal y como soy a lo largo de mi vida, con mis miedos y sin ellos, que me han alentado y me han apoyado en cada aliento que he tomado… con especial mención a mi hermana, que ha sido y sigue siendo mi bastón para cruzar cualquier caudal, venga como venga.

P.D – Para todas aquellas miradas que en tiempos de Covid hablan más que nunca y poseen cierto atisbo de miedo. Todo pasará 🙂

Esta entrada fue publicada en Reflexiones. Guarda el enlace permanente.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *